La mayoría de las culturas y filosofías, hablan del el ser humano como compuesto de un Ser Superior (alma, conciencia, fuente, supra-conciente, Dios interior Naturaleza superior, súper hombre etc.) y a su vehículo de manifestación cotidiano compuesto por el cuerpo, emociones, instintos e intelecto. Se supone que todos lo bebés lleguen al mundo gozando del acceso a esta plenitud del Ser, pero por obvias razones de supervivencia, también necesita aprender los códigos de su mundo, las leyes que le permitan sobrevivir en el.

El inconveniente nace del tomar el mapa y olvidarse del territorio. Mas grande es la brecha entre el mapa y la realidad del ser y mayores dificultades de expresión plena encontraremos. Se puede metaforizar la situación por un carruaje ( el cuerpo) conducido por un cochero (la mente) y tirado por la fuerza de dos caballos: emociones e instintos. Dentro del carruaje se supone esté el propietario (el alma) y que sea este el que siga dando las ordenes.

En general esto sucede muy poco: a menudo los caballos están medio muertos de hambre (reprimidos) o desembocados; el cochero no gobierna a los caballos y acaba reaccionando a ellos; el carruaje paga las consecuencias de un viaje tan incomodo y se malogra; mientras el propietario se frustra al no ser escuchado y uno no logra encontrarle sentido a la vida. Es entonces imprecindible nutrir a los caballos liberando nuestro potencial emocional. Una vez reconocida esta fuerza es el momento de saber que hacer con ella entrenando al cochero, con el fin de limpiar los filtros con los que ve la realidad ( la carretera) y ofrecerle una amplia gama de opciones en la guia del vehiculo.

Cuando por fin el viaje se hace mas confortable y armonico para todos, el cochero se sorprenderá a escuchar la voz del proprietario del carruaje ¡con mucha mas frecuencia!